La Chica del Asiento de Atrás – Leyenda Urbana
Un conductor de autobuses regresa su vehÃculo a las cocheras. El autobús está vacÃo y el sueño empieza a vencerle, cuando de repente una chica se cruza en la carretera e irremediablemente la atropella. Asustado escapa del lugar.
Julián acababa de terminar su turno de noche, únicamente debÃa dejar el autobús en la cochera antes de regresar a casa, un trayecto de unos 25 minutos (saliendo de la ciudad) que siempre se le hacÃan eternos.
Mientras transportaba pasajeros su trabajo era entretenido, siempre podÃa escuchar las conversaciones de los demás o entretenerse mirando la minifalda de alguna jovencita por el espejo retrovisor; pero, con el autobús completamente vacÃo, los minutos se volvÃan horas.
Además estaba especialmente cansado, ya que la noche anterior apenas habÃa dormido cuatro horas. Mientras conducÃa, el sueño le iba venciendo y sin querer pegaba algún pequeño cabezazo.
Se durmió apenas unas décimas de segundo, tiempo suficiente para perder el control del autobús y pegarse el susto de su vida al encontrarse en mitad de la calzada a una chica que asustada trataba de esquivar el pesado vehÃculo. Todo fue en vano: la velocidad a la que iba el vehÃculo, unida al estado de aletargamiento del conductor, provocaron que, incluso pisando el freno hasta su tope, el autobús arrollara a la joven. El sonido de las ruedas destrozando los huesos de su delicado cuerpo mientras el trasporte saltaba como si acabara de pasar un obstáculo, estremeció a Julián y lo dejó helado.
Estaba bloqueado, sin duda habÃa sido su culpa, la chica estaba muerta, de eso no habÃa duda. Mirando por el espejo una vez detenido el autobús, se podÃa ver como el cuerpo boca abajo estaba destrozado. No habÃa nadie cerca que hubiese visto el accidente y miles de ideas se agolparon en su cabeza. Se imaginó en la cárcel y sin nadie que pudiera llevar el pan a la mesa de sus dos hijos. En el mejor de los casos perderÃa su trabajo ya que habÃa excedido las horas legales en que podÃa conducir un trasporte. Seguro que su jefe, cuando se iniciara una investigación, le echarÃa a la calle antes de buscarse problemas él mismo.
Asustado y aún confuso pegó un acelerón comprobando que no hubiera nadie cerca que pudiera identificarle, escapó de allà sin tan siquiera bajarse del autobús y en su huÃda no respetaba señales de tráfico ni los lÃmites de velocidad. Una fuerte culpa le oprimÃa el pecho y como por instinto miró por el espejo interior del vehÃculo, no habÃa nadie en los asientos pero sentÃa como dos ojos le punzaban en la nuca, como si alguien le mirara fijamente.
Entonces la vio…
En el último asiento habÃa una chica sentada que no dejaba de mirarle, giró su cuerpo para revisar la parte de atrás sin usar el espejo, pero no habÃa nadie. Temblando y con el cuerpo casi agarrotado por el miedo, regresó su mirada a la carretera, pero casi involuntariamente volvió a mirar por el espejo. La chica se levantó y comenzó a avanzar hacia él, de nuevo se giró y no pudo ver a nadie. Un nuevo escalofrÃo le recorrió la espalda, estaba tan asustado que querÃa bajarse del autobús y salir corriendo pero incluso para eso era demasiado cobarde.
Julián se giraba una y otra vez a mirar la parte trasera del autobús, no habÃa nadie, pero él sabÃa que estaba ahÃ, podÃa sentir su mirada clavándose en él. No se atrevÃa a mirar ese espejo que parecÃa tener algún extraño vÃnculo con el mundo de los muertos. Pero como la polilla que se acerca demasiado a la llama y acaba quemándose por no poder controlar sus instintos, Julián miró una vez más por el espejo.
La chica no se habÃa movido desde la última vez, estaba en el mismo lugar, como congelada, pero al regresar la mirada de Julián al espejo fue como si se reactivara, avanzó inexorablemente hasta el asiento del piloto ―mientras Julián, paralizado, no podÃa apartar la mirada de la joven que se le acercaba―, extendió su mano y agarró el hombro del conductor.
Julián sintió como el frÃo más intenso que jamás pudo imaginar le quemaba el hombro, justo una fracción de segundo después una fuerte luz le alertó de que debÃa mirar de nuevo hacia la carretera: allÃ, un camión que circulaba por su carril le avisaba con sus luces de que estaban a punto de colisionar. Julián giró bruscamente el volante y el autobús perdió el control precipitándose por una ladera, el viaje terminó tan bruscamente como comenzó al impactar de frente contra un enorme árbol que igualmente se doblegó ante varias toneladas de acero.
Julián despertó un dÃa después en el hospital, la mirada incriminatoria de una enfermera le alertó de que algo iba mal, deseaba que todo fuera tan sólo un sueño, o mejor dicho una pesadilla. Pero una pareja de policÃas que habÃan estado esperando en la puerta de su habitación apareció tras que la enfermera les comunicó que él habÃa recobrado la consciencia.
Buenas tardes, señor, estamos aquà porque existen indicios de que el autobús que usted conducÃa atropelló a una joven la noche del viernes, se han encontrado restos de sangre que coinciden con los de la vÃctima y un fuerte impacto en su carrocerÃa.
¿Reconoce usted a la chica de esta foto?
Julián palideció al instante al reconocer al fantasma que vio en el espejo e inmediatamente sintió de nuevo un frÃo desgarrador en el hombro: la chica aún seguÃa con él, esperando que cometiera el error de mirar de nuevo a un espejo. La quemadura con la marca de sus dedos en su hombro estarÃa ahà siempre para recordárselo.