Gracias Doña Rosa
El primer dÃa de clase que Doña Rosa se enfrentó a sus alumnos de quinto grado, les dijo que ella trataba a todos los alumnos por igual y que ninguno era su favorito. En la primera fila sentado estaba Pedro, un niño antisocial, con una actitud intolerable, que siempre andaba sucio y despeinado. El año anterior, Doña Rosa habÃa tenido a Pedro en una de sus clases. Doña Rosa veÃa a Pedro como un niño muy antipático. A ella siempre le daba mucho gusto poder marcar una «F» con lápiz rojo en todo trabajo que Pedro entregaba.
En la escuela donde Doña Rosa enseñaba era obligatorio revisar el archivo de historia de cada alumno y el de Pedro fue el último que ella revisó. Cuando empezó a leer el archivo de Pedro, se encontró con varias sorpresas.
La maestra de Pedro de primer grado habÃa escrito: «Pedro es un niño muy brillante y muy amigable, siempre tiene una sonrisa en sus labios; él hace su trabajo a tiempo y tiene muy buenos modales. Es un placer tenerlo en mi clase».
La maestra de segundo grado decÃa: «Pedro es un alumno ejemplar, muy popular con sus compañeros, pero últimamente muestra tristeza porque su mamá padece de una enfermedad incurable».
La maestra de tercer grado escribió: «La muerte de su mamá ha sido muy difÃcil para él. El trata de hacer lo mejor que puede pero sin interés. Tampoco el papá demuestra ningún interés en la educación de Pedro. Si no se toman pasos serios, esto va afectar la vida de Pedro».
La maestra del cuarto grado: «Pedro no demuestra interés en la clase…Cada dÃa Pedro se cohibe más. No tiene casi amistades y muchas veces duerme en clase».
Después de leer todo esto, Doña Rosa sintió vergüenza por haber juzgado a Pedro sin saber las razones de su actitud.
Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron regalos de Navidad envueltos en fino papel con excepción del regalo de Pedro que estaba envuelto en un cartucho de la tienda. Doña Rosa abrió todos lo regalos y cuando abrió el de Pedro, todos los alumnos se reÃan al ver lo que se encontraba dentro. En el cartucho habÃa una botella de perfume a medio usar y un brazalete al que le faltaban algunas de las piedras preciosas. Para cortar las risas de burla de sus alumnos, Rosa se puso inmediatamente
el brazalete y se echó un poco del perfume en cada muñeca Ese dÃa Pedro se quedó después de la clase y le dijo a la maestra:
– «Doña Rosa, hoy usted huele como mi mamá». Después que todos se fueron, Doña Rosa se quedó llorando durante una hora.
Desde ese dÃa ella cambió su materia. En vez de enseñar lectura, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños. Doña Rosa empezó a ponerle más atención a Pedro. Ella notaba que mientras más ánimos le daba, más entusiasmado reaccionaba él. Al final del año, Pedro se convirtió en el más inteligente de la clase y a pesar de que Doña Rosa habÃa dicho el primer dÃa de clase que todos los alumnos iban hacer tratados por igual, Pedro era su preferido.
Pasaron 6 años y Doña Rosa recibió una nota de Pedro que decÃa que se habÃa graduado de la secundaria y que habÃa terminado en tercer lugar. También le decÃa que ella era la mejor maestra que jamás habÃa tenido.
De ahà pasaron 4 años cuando Doña Rosa volvió a recibir noticias de Pedro. Esta vez, él le escribÃa que se le habÃa hecho muy difÃcil pero que muy pronto se graduarÃa en la universidad con honores; y le aseguró que todavÃa ella seguÃa siendo la mejor maestra que tuvo en su vida.
Pasaron 4 años más cuando Doña Rosa volvió a saber de Pedro. En la carta él le explicaba que habÃa conseguido su tÃtulo y que habÃa decidido seguir una especialización. En esta carta Pedro nuevamente le decÃa que ella era la mejor maestra que habÃa tenido en su vida. Esta vez la carta estaba firmada con «Dr. Pedro Altamira».
En la primavera, Doña Rosa volvió a recibir una carta de Pedro donde le explicaba que habÃa conocido a una muchacha con la cual se iba a casar y querÃa saber si Doña Rosa podÃa asistir a la boda y tomar el lugar reservado usualmente para los padres del novio. También le explicaba que su papá habÃa fallecido varios años atrás. Claro que Doña Rosa aceptó con mucha alegrÃa. Y el dÃa de la boda, se puso el brazalete sin brillantes que Pedro le habÃa regalado y también el perfume que la mamá de Pedro usaba.
Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuertemente y el Dr. Altamira le dijo en el oÃdo muy bajito «Doña Rosa, gracias por haber creÃdo en mÃ. Gracias por haberme ayudado a descubrir que valÃa y que yo podÃa hacer la diferencia». Doña Rosa, con lágrimas en los ojos, le respondió. «Pedro, tú estás equivocado. Tú fuiste el que me enseñó que yo podÃa hacer la diferencia. ¡Yo no sabÃa enseñar hasta que te conocà a ti!».