El Rompecabezas – Leyenda Urbana
Una familia de tres (el hijo era adolescente, los padres lo habÃan tenido a edad madura) adquirió un rompecabezas de madera en una tienda de antigüedades. Armar rompecabezas era su pasatiempo favorito; solÃan jactarse de haber completado, a veces en una noche, paisajes y demás figuras de más de mil piezas. Eran los tÃpicos rompecabezas comerciales, que en la caja exhiben la imagen que se alcanzará luego de acoplar pieza tras pieza.
En esta ocasión, notaron que el rompecabezas que comprarÃan parecÃa datar de hacÃa mucho tiempo, quizá un siglo, y que no habÃa forma de saber a qué imagen llegarÃan. El dependiente, un anciano de modales afectados y aparente sabidurÃa, trató de disuadirlos de comprar aquello, no porque no quisiera venderlo, sino por lo que él habÃa escuchado al respecto. Pero la familia estaba demasiado embelesada como para prestar atención a consejas de viejo; entreoyeron frases como “se termina en una nocheâ€, “el resultado es más que una sorpresaâ€, etc., pero no les dieron importancia. Asintieron al enterarse de que, al parecer, su creador habÃa sido un criminal ejecutado en Baviera por crÃmenes singularmente horribles.
Llegaron a casa, el dÃa declinaba, todo parecÃa propicio para comenzar. Apartaron la mesa de dentro de la sala, se remangaron y pusieron manos a la obra. Al principio hablaban entre sÃ, pero poco a poco se hundieron en el silencio. Les urgÃa saber en qué acabarÃan sus esfuerzos. Esperaban dar forma a un castillo, un paisaje campestre o, en todo caso, una famosa pintura.
Se obsesionaron con terminar. Las piezas de madera, exquisitamente fabricadas y aparentemente infinitas, pasaban precipitadamente por sus manos y se iban incrustando en el lugar correspondiente.
La familia tenÃa una mascota, un perro faldero, que ladró numerosas veces al escuchar ruidos; pero sus dueños, excesivamente concentrados en su tarea, ignoraron las advertencias del animal.
Pese a que cada vez era más evidente lo que representaba el rompecabezas, alguna fuerza inexplicable les impedÃa suspender la actividad. Ya se habÃan reconocido, incluyendo al perro, y quizá la curiosidad los movÃa a completar la obra para saber si en la escena aparecÃa alguien más.
No apareció nadie. Los cadáveres (brutalmente mutilados) de la familia y la mascota fueron hallados en la cocina, reproduciendo perfectamente el rompecabezas que terminó adornando el centro de la sala. La policÃa fue incapaz de deducir lo ocurrido y, desde luego, jamás encontró al responsable.
El destino del rompecabezas es desconocido.