Las extrañas luces de la luna

Desde el siglo XVIII, los astrónomos han observado luces misteriosas que emanan de la superficie de la Luna, datando los primeros registros del año 1787. En las noches del 19 y 20 de abril de ese año, el astrónomo británico Sir William Herschel dirigió su telescopio a la Luna y quedó sorprendido al detectar tres luces que brillaban intensamente, con lo que llegó a la conclusión de que procedían de volcanes lunares. Y, en 1790, Herschel observó más de 150 de la misma clase de luces, que describió como «puntos rojos, luminosos…, pequeños y redondos».

Aunque Herschel fuese un respetado científico, su teoría del volcán fue rechazada por casi todos. Según un informe publicado en The American Journal of Science and Arts, en 1822, los volcanes lunares resultaban improbables porque cualquier roca fundida en el núcleo de la Luna se enfriaría con rapidez a causa del tamaño de la Luna. En vez de ello, se postuló que las luces observadas por Herschel y otros cerca del cráter Aristarco se debían a reflejos de la luz de la Tierra.

En 1965, el astrónomo Zdenek Kopal recopiló 16 casos separados de luces en el cráter de Aristarco y en otras regiones, pero la fuente se encuentra todavía en disputa. Kopal consiguió obtener fotos de la luna que mostraban un brillo distinto en zonas oscuras de la superficie, Kopal las atribuyó a partículas emitidas por la erupciones solares, que habían tenido lugar poco tiempo antes. Pero Kopal no pudo aplicar la misma explicación a los lugares de luz localizados en zonas iluminadas de la Luna Por el Sol, lo cual le llevó a la idea de que «los efectos de la actividad solar pueden depender de procesos que aún no han sido comprendidos».

Unos cuantos años después, en la revista Nature, A A. Mills propuso otra teoría para las luces lunares: «Lechos fluidos» de fino polvo estaban siendo removidos por gases debajo de la superficie de la Luna. A su vez, esos lechos podían producir una neblinosa «descarga luminosa» de electricidad estática que, desde la tierra, parecerían constituir puntos de luz.

Ninguna de esas hipótesis ha sido aún probada o descartada. Sin embargo, otra observación de las luces desafía todas las demás. En 1788, el astrónomo alemán Johann Hieronymus Schroter vio lo que describió como «un punto de luz, tan brillante como una estrella de quinta magnitud», al este de los Alpes lunares. Tras 15 minutos, la luz simplemente, desapareció. Schroter continuó observando la Luna hasta que la misma zona reapareció, en esta ocasión a plena luz solar. Quedó asombrado al ver una sombra redonda, negra y gris, exactamente donde la luz había estado en la anterior revolución de la luna.

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