Se curó con un rayo
Samuel Leffers se despertó una mañana, en el verano de 1806, con un desacostumbrado entumecimiento de su costado izquierdo. Al principio no se alarmó, dando por supuesto que habÃa permanecido tumbado durante mucho tiempo sobre el mismo lado. Sin embargo, pronto se percató de que también tenÃa dificultades para hablar y que no podÃa cerrar el ojo izquierdo. Aunque su estado mejoró algo, la dolencia pareció centrarse en su ojo, que se le quedó abierto de modo permanente.
Avanzado el verano, según un comunicado al American Journal of Science, Leffers fue afectado por la desgracia, o por lo menos asà lo creyó, cuando fue alcanzado por un rayo, que le dejó inconsciente. Sin embargo, cuando volvió en sÃ, también habÃa recuperado el movimiento de sus miembros. Al dÃa siguiente, notó que su visión habÃa mejorado y que ya podÃa mover el párpado. Sólo le quedó una secuela: la descarga eléctrica le dañó el sentido del oÃdo.