El misterio de Tutankamon
Cuando Howard Carter y lord Carnarvon abrieron la tumba de Tutankamón se provocaron una serie de sucesos misteriosos. Varias personas relacionadas con el descubrimiento murieron de forma violenta o poco habitual, victimas, según la leyenda, de la maldición del faraón.
Los siniestros presagios tuvieron su origen en relatos no confirmadas acerca de una cadena escalofriante de acontecimientos que comenzaron el dÃa mismo en que los dos arqueólogos y su equipo cruzaron por vez primera el umbral de la tumba, en noviembre de 1922. Se dice que cuando el último hombre volvió a la superficie se levantó una tormenta de arena, particularmente intensa a la entrada de la cueva. Seguidamente un halcón, emblema real del antiguo Egipto, sobrevoló la tumba y se dirigió hacia el oeste, hacia el misterioso «otro mundo» de las creencias egipcias.
El espÃritu del faraón muerto, decÃan las gentes supersticiosas, habÃa dejado caer su maldición sobre quienes violaron su tumba.
Cinco meses más tarde, lord Carnarvon, que entonces tenÃa 57 años de edad, recibió una picadura de mosquito en la mejilla izquierda. La picadura se le infectó y, debilitado por una septicemia, enfermó de neumonÃa. A la 1,55 de la madrugada falleció en un hotel de El Cairo, y en aquel instante se apagaron todas las luces de la ciudad. Simultáneamente, en Inglaterra, en su mansión de Hampshire, su perro aulló… y murió. Quizá lo más extraño de todo fue que, al examinar la momia de Tutankamón, los médicos hallaron una depresión en forma de cicatriz sobre la mejilla izquierda, en correspondencia con la picadura de Carnarvon.
Durante los meses siguientes de 1923 se atribuyó a la misma maldición las muertes de otras personas que visitaron la tumba.
Aubrey Herbert, hermanastro de Carnarvon, murió de peritonitis. AlàFarmy Bey, prÃncipe egipcio cuya familia decÃa descender de los faraones, fue asesinado en un hotel de Londres, y su hermano se suicidó. George Jay Gould, magnate de los ferrocarriles en los Estados Unidos, murió de neumonÃa después de haberse resfriado en su visita a la tumba, y el millonario sudafricano Wooll Joel murió de una caÃda.
Richard Bethell, que ayudó a Carter a clasificar el tesoro, murió a los 49 años de edad, al parecer suicidado. Meses después, en febrero de 1930, su padre, lord Westbury, se quitó la vida en Londres, al arrojarse por la ventana de su habitación. En su dormitorio tenÃa un jarrón de alabastro procedente del sepulcro de Tutankamón.
Durante los años que siguieron al descubrimiento de la tumba en 1922, más de una docena de personas, que de algún modo estuvieron relacionadas con ella, murieron de forma natural. Pero hubo un hombre que jamás dio crédito a la legendaria maldición de los faraones, precisamente quien hubiera tenido más motivos para temerla. Fue Howard Carter, que murió en marzo de 1939 por causas naturales.Fuente
Sin embargo, cuando el gobierno egipcio acordó enviar los tesoros de Tutankamón a una exposición, organizada en Paris en 1966, Mohammed Ibraham, director de Antigüedades, soñó que se verÃa amenazado por males terribles si permitÃa que salieran del paÃs. Luchó tenazmente contra la decisión, pero tuvo que acceder en el último encuentro en El Cairo ante las autoridades correspondientes. Cuando salÃa de la reunión fue arrollado por un automóvil y murió dos dÃas después. Fuente